Blogia
La Copa de Europa

BAFF -día 4-

BAFF -día 4- Hana & Alice es un film que tomó forma a partir de unos cortos que Shunji Iwai realizó para una marca de chocolatinas y que sólo se difundíeron por Internet. Esta podría ser una de las razones del carácter episódico de esta película de adolescentes que bien nos trae a la cabeza las guiñotadas de Ranma 1/2 o la tragedia desbordada de Candy Candy. Lejos de parecer, sin embargo, otro calco de la pubertad nipona, la película es una muestra de la exquisitez y, al mismo tiempo, lo grotesco que son los peores años de nuestra vida. Rodada casi toda en video, cada escena posee una magia diferente a la anterior y a la siguiente, cada plano eleva el angst que se sufre cuando quieres y no eres querido, cuando traicionas porque te sientes traicionado, cuando inventas porque no tienes nada, cuando, en definitiva, tan sólo tienes quince años. Pese a todo, Iwai podría haber recortado el metraje de la cinta hasta dejarlo en una comodísima hora y tres cuartos. La que nos se hizo larga, pese a mis cabezaditas, fue Spying Cam. La película empieza con una escena altamente inquietante: dos tipos encerrados en una habitación, un calor abrasante, y una cámara de vídeo. Podría parecer la versión coreana -y política- de la ópera prima de Sodenbergh, pero no lo es. Se trata más bien de una historia sobre las fuerzas opresoras del poder y sobre las agendas ocultas, todo ello personificado en estos dos tipos que para acabar con el tedio del encierro ¿obligatorio? representan a Dostoievski. Un film complicado por su hostilidad visual - está rodada en video digital, técnica que constriñe la profundidad de campo-, sólo apto para gustosos de procesos kafkianos y del cine independiente made in Corea. Finalmente, Tony Takitani narra, a modo de scroll horizontal, la historia del citado en título, un ilustrador solitario cuya recientísima mujer -y adicta a comprar ropa- se muere. Es un planteamiento que, a primera vista, resulta chistoso. Sinn embargo, el tono neutro, explícitamente influido por las magnas obras de Edward Hopper, que tinta todas las secuencias, la cadencia de la partitura de Sakamoto, y la tristeza que inunda el semblante del protagonista -interpretado por Issey Ogat-, hacen de este pequeño, por corto, film una agradable sorpresa. Y para chistoso, el fin de fiesta: dos amigas comentando lo mucho que se parecían a la esposa del protagonista del film en eso de los trapitos... Yo es que si veo algo que es mono y está bien hecho, pues no me puedo resistir. ¡Ay! Parametafísica del consumismo. Lo que nos faltaba.

1 comentario

Punki -

Jo, que bien escribes sobre cine, tocaya!! Le dan ganas a uno de ir a ver las pelis que comentas.

Por cierto, como que pasas del día 2 al 4 así del tirón?