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La Copa de Europa

mi ídol@

mi ídol@ Muerta y resucitada

8 comentarios

v7 -

Página 197.
Vértigo.
W. G. Sebald

v5 -

De no haber sabido replicarle en aquel momento, de no saber cómo seguían estos versos invernales, de que yo, pese a toda mi agitación interna, no hubiera sido capaz de proferir ni una palabra, sino que sólo estaba ahí, tonto y mudo y mirando el mundo crepuscular casi pretérito, me he arrepentido y me he sentido afligido a menudo desde entonces. Al cabo de poco tiempo se dilató el valle del Rin, en la llanura aparecieron torres de pisos refulgentes, y el tren entró rodando en Bonn, donde la reina del invierno se apeó sin que me hubiera dado tiempo a decirle nada. Desde entonces he intentado, varias veces y todas ellas en vano, encontrar por lo menos el libro Mar de Bohemia, pero, aunque para mí sin duda de enorme importancia, es imposible de encontrar en ninguna bibliografía, en ningún catálogo, no está registrado por ninguna parte.

v6 -

Fin.

v3 -

Cuando por fin el tren discurría por la orilla del Rin, levantó varias veces la vista de la lectura para dirigirla, a través de los cristales de la ventana del compartimento, hacia el agua y las pendientes empinadas de la otra orilla. Tuvo que haberse levantado un fuerte viento del norte, pues los pabellones de popa de las lanchas que labraban el grisáceo caudal corriente arriba no soplaban hacia atrás, sino hacia delante, como en un dibujo infantil, lo que le confería a toda la imagen algo tan erróneo como convencedor. Fuera, la luz había menguado, de modo que ahora sólo una claridad descolorida llenaba el valle de la corriente. Salí afuera, al pasillo. Los viñedos de colores pizarra y violeta, como desdibujados por una aguja helada, estaban extrañamente cubiertos en algún que otro punto por verdes turquesa. Cuando entonces un torbellino de nieve, que lentamente había hecho su aparición, recubrió esta perspectiva que sin pausa se iba desplazando a nuestro lado, mas en lo esencial permanecía invariable, me sentí de pronto como si ya estuviésemos acercándonos a la punta más extrema de la isla de Hokkaido. La reina de invierno, a quien en mi fuero interno suponía causante de esta transformación en el paisaje del Rin, también había salido al pasillo y llevaba ya un buen rato junto a mí contemplando el hermoso espectáculo, hasta que, con una entonación inglesa en la voz apenas perceptible, recitó en lo que parecía ser para sí misma:

v4 -

Praderas blancas borradas por la nieve
Velos más negros que cornejas
Guantes suaves como flores de rosal
Máscaras para proteger el rostro.

v2 -

La presión bajo la que me encontraba no se aplacó hasta que el tren no estuvo rodando por el interior de la estación de trenes de Heidelberg, donde la gente que había en los andenes era tan numerosa que de inmediato los supuse fugitivos de una ciudad en vías de extinción o ya extinta. La última pasajera de los que se habían incorporado al tren y que habían entrado en el compartimento, sólo ocupado a la mitad, era una mujer joven con un birrete marrón de terciopelo y pelo rizado, en la que a primera vista, y como pensé sin abrigar la más mínima duda, reconocí a Isabel, la hija de Jaime I de Inglaterra, que, según informes de los historiógrafos, había venido a Heidelberg en calidad de prometida del príncipe elector del palatinado y, durante el breve período de tiempo en el que allí tuvo una corte fastuosa, fue conocida como la reina de invierno. Esta mujer joven del siglo XVII inglés, apenas hubo tomado asiento y se hubo instalado en su esquina, se concentró profundísimamente en un libro que tenía por título Mar de Bohemia, escrito por una autora que me era desconocida, Mila Stern.

v -

Le dije a R que la única Paula que yo conocía era Paula de Parma; también escribí que a pesar de vivir muy lejos de San Sebastián estaba tratando de hacer todo lo posible para estar un poco ahí. Y justo hoy me escribe contándome otras cosas y diciéndome que visite tu página; y llevo un rato leyendo cosas sobre el festival de cine y tratando de entender todo este laberinto pequeño; y he decidido enviarte un texto que sé que te va a gustar.
Ahí va el texto (creo que lo tengo que enviar por partes, sino no entra).
Se podría titular "Mar de bohemia" o "La reina de invierno" o "Página 197".

Anónimo -