Vai-e-vém Joao César Monteiro
Si se desconoce toda la iconografía alegórica que rodea la figura de Joao César Monteiro, el espectador podría pensar del difunto director portugués que no es más que un pequeño Nosferatu saltarín, provocador e irreverente cada vez que abre la boca en su encuentro con el séptimo arte. Puede ser que sea así, aunque, en realidad, nada parece ser gratuito en la filmografía de este realizador desconocido en nuestras tierras. Vai-e-vém es su último film, estrenado póstumamente, y que resulta, de una manera acaso intencionada, su testamento: Monteiro lo rodó cuando estaba casi agónico debido al acecho de un cáncer galopante. Por ello, no parece extraño que en la primera secuencia, Joao Vuvú, el protagonista y supuesto, nada sutil, alter-ego de Monteiro, de repente, lance en un parque una bolsa con un hígado hacia una bandada de palomas, una escatológica premonición de su paso hacia el más allá. Reaccionario, provocador tanto verbal como visualmente, esclavo y a la vez trasgresor de la herencia católica de la patria vecina, Monteiro firma (ó) en forma de un ritual de serenos contraluces y ruta de un mismo autobús, su pequeña gran cosmogonía cinematográfica, un final reducido a un solo plano fijo: la visión de un ojo de color azul viejo.
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