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La Copa de Europa

The Knick – Temporada 1

The Knick

The Knick

Temporada 1

Publicado el 21.10.14 en NUMEROCERO
por Paula Arantzazu Ruiz
 

Los hermanos Lumière realizaron la primera exhibición pública del cinematógrafo en el  Salon Indien du Grand Café de Paris en diciembre de 1895 y tan sólo tres años más tarde, el parisino Eugene L. Doyen filmaba también en la capital francesa la primera operación quirúrgica, inaugurando así el fértil pero desconocido vínculo entre cine y clínica. El cinematógrafo acabaría por sustituir, en parte, al anfiteatro anatómico, suerte de escenario donde el maestro anatomista y cirujano enseñaba esas disciplinas al alumnado; pero mucho antes de que la cámara se introdujese en la sala de operaciones y en el cuerpo humano para desvelar sus misterios y mucho antes de que el cuerpo médico se estableciera como la institución que es a día de hoy, los cirujanos sólo podían contar con su destreza con el bisturí, sus conocimientos anatómicos y su atenta mirada. Con la llegada del siglo XX, también muchos tuvieron la ayuda de gramos y gramos de cocaína.

Steven Soderbergh y el tándem formado por Jack Amiel y Michael Begler han trasladado su serie The Knick para Cinemax a un espacio que no es estrictamente la ficción hospitalaria, conjugando el drama de época con el cine médico y sumando a ello un discurso crítico con las prácticas poco claras de los médicos de entonces en aras del progreso científico. La medicina no es cómo solía ser en el Nueva York de 1900, reza el eslogan promocional del show y su propósito de enseñarnos cómo era ésta en el Knickerbocker, The Knick, un hospital que se ocupa de los más desfavorecidos de la ciudad gracias a la filantropía de la clase alta neoyorquina, lo cumple con creces. En el primer episodio, Method and Madness, somos testigos de una operación de cesárea en la que el bisturí secciona longitudinalmente el abdomen de la paciente en primer plano y no es baladí el haber escogido ese caso de estudio como el inaugural a ojos de los espectadores. La obstetricia no era un área de interés anatómico ni quirúrgico hasta bien entrado el siglo XVIII, pero a partir de entonces se convirtió en obsesión de los cirujanos obtener el conocimiento de poder dar a luz y prueba de ello, por ejemplo, es el trabajo de los británicos John y William Hunter con sus manuales anatómicos sobre el feto humano. En el teatro anatómico de The Knick, no obstante, en vez de ver un alumbramiento y vida, asistimos durante el arranque de ese primer capítulo a un espectáculo de sangre, frustración y muerte.

The Knick comienza, así pues, como una carnicería que no tiene miedo a enseñar vísceras ni fracaso, aunque no tarda en revelarse como una ficción narcótica, donde la adicción a las drogas del Doctor Thackery (interpretado por un Clive Owen abrumador) acaba reclamando el protagonismo de la escena al son de la hipnótica (y anacrónica) banda sonora de Cliff Martínez y bajo la mirada de la no menos narcótica steadycam manejada por el propio Soderbergh. El personaje de Thackery, inspirado en el médico estadounidense William Stewart Halsted, apenas se aleja del rol de antihéroe consumido por su propia ambición y por su megalomanía, con un pie en la sala de operaciones y otro en el salón de opio que regenta el mafioso Ping Wu (Perry Yung), pero su caída es fascinante incluso cuando bordea los límites del cliché de genio atormentado y obsesionado por el reconocimiento profesional. La arrogancia de Thackery ha de comprenderse ya no como un rasgo de su carácter, sino como algo propio entre el gremio: en una época en la que apenas quedan zonas del interior del cuerpo humano por descubrir (y colonizar), cualquier innovación en materia de protocolo quirúrgico podía suponer la posteridad y el apellido rubricado como nombre a un procedimiento operatorio (como se deja claro en el sexto episodio Start Calling Me Dad). Incluso el Doctor Algernon Edwards, encarnado por André Holland, tampoco puede esconder su prepotencia profesional, máxime cuando es una y otra vez despreciado por sus colegas a causa del color de su piel.

Agenda revisionista

No nos engañemos, The Knick es asimismo una serie con una fuerte agenda revisionista en términos de género y de raza, que explora el campo de la medicina a través de la mirada masculina blanca y heterosexual, pero también experimenta tramas sobre la inclusión y la exclusión en la institución de cuerpos sociales marginales como los afroamericanos y las mujeres. Es una cuestión que también aparecía en Efectos secundarios (2013), la anterior película de Soderbergh, y aquí la dupla Soderbergh - Amiel y Begler apuesta por una narración coral, pese a la fuerte presencia de Thackery en el conjunto del relato, con el hospital como escenario de la lucha de cada uno de los personajes por su propia visibilidad o invisibilidad. Cornelia Robertson (Juliet Rylance), hija del principal benefactor del centro y responsable de la asistencia social, ansía su propia emancipación profesional en una época en la que las mujeres de clase alta estaban absolutamente relegadas como fuerza laboral; la enfermera Lucy Elkins (Eve Hewson) trata de mantener oculta la adicción de Thackery así como la relación sentimental entre ambos; la hermana Harriet (Cara Seymour) es una monja católica que de día trabaja en el orfanato del hospital y de noche practica abortos clandestinos; mientras que Eleanor (Maya Kazan), la esposa del Dr. Gallinger (Eric Johnson), sufrirá las inclemencias de la institución a las que muchas mujeres fueron expuestas al ser diagnosticadas como histéricas en el mejor de los casos.

Y mientras cada uno de los capítulos aborda objetos de estudio clínicos o subraya aspectos desconocidos de la historia de la medicina (en They Capture the Heat se visita a un barbero, responsables de operar el cuerpo humano antes de que los cirujanos se encargaran de esa tarea médica; mientras que en Crutchfield, el último episodio, se atreven con una trepanación en carne viva), los conflictos sociales ocupan el que quizá es uno de los episodios más intensos de la temporada: en Get the Rope se plasman los disturbios raciales que tuvieron lugar en agosto de 1900 cuando un afroamericano, Arthur Harris, asesinó a un policía encubierto tras haber acusado a su novia de prostituta, y las protestas invaden los pasillos de The Knick, poniendo en juego la propia vida del equipo médico y de los pacientes.

Resulta difícil concretar los muchas aspectos destacables de The Knick en un solo texto, como se puede apreciar en la longitud de esta crítica, y a todas luces esa es la principal virtud de la serie. En un momento en que la historia de la medicina parece llamar la atención de los creativos y programadores audiovisuales –El pasado verano la BBC emitía The Beauty of Anatomy, un recorrido documental por los principales hitos del arte anatómico, y AMC tiene en postproducción Knifeman, basada en la biografía de Wendy Moore sobre el cirujano John Hunter-, The Knick abre vía y se posiciona como uno de los trabajos televisivos del año. Pocos dudarán de ello cuando finalmente tengan frente a sus ojos el último capítulo de la temporada, una suerte de avalancha al ralentí de desenlaces y enfrentamientos que deja a todos y cada uno de los protagonistas enterrados en un dramático cliffhanger de pavor y tristeza a la vez que encerrados en un círculo vicioso del que parece complicado salir indemne. Cinemax ya se ha comprometido con una segunda temporada -su emisión está prevista para el año que viene- así que sólo cabe pedir que no bajen la guardia y regresen con una disección de la institución aún más profunda y dolorosa. 

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