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A story for the Modlins

A story for the Modlins

De la basura al cine

Sergio Oksman recupera en A Story for the Modlins el enigma de Elmer y Margaret Modlin con un trabajo de puro reciclaje que pone a prueba los límites entre lo verosímil y lo veraz.

Paula Arantzazu Ruiz

No abundan demasiado las historias capaces de fascinar a propios y extraños, aunque ese no es el caso de los Modlin. Malogrados artistas americanos, extravagantes, en eterna lucha por la fama, la familia formada por Elmer, actor, su mujer Margaret, pintora y escultora, y su hijo Nelson, modelo, actor y locutor de radio, ha cautivado a todo aquel que se ha cruzado con su legado, recuperado literalmente de la basura: cartas, fotografías en blanco y negro, muchas con ellos mismos posando desnudos, y un puñado de cintas VHS, todo abandonado a su suerte en la madrileña calle del Pez, en el corazón del barrio de Malasaña.

Los restos del naufragio de esta extinta familia fueron encontrados en esa calle un día de junio de 2003 por el fotógrafo Paco Gómez, del colectivo No Photo. Enseguida quedó preso por todo ese material hasta tal punto de convertirlo en proyecto, profesional y casi vital, materializado en 2007 en la exposición Margaret Marley Modlin. Las tres emes mágicas. A principios de 2004, y sin conocer el caso de Gómez, el escritor Agustín Fernández Mallo se encontraba ultimando Nocilla Dream cuando se topó con una noticia que hacía referencia a los Modlin, información que le sobresaltó tanto que finalmente acabó incorporando una invención sobre Margaret Modlin a partir del capítulo 60 de ese libro. La vida de esa familia no acabó, sin embargo, con la última página del volumen de Mallo. Ocho años más tarde su memoria resucita otra vez de la mano del cineasta brasileño Sergio Oksman quien en el cortometraje A Story for the Modlins -construido con el material recuperado de la calle Pez y a invitación de Gómez-, pone de nuevo en escena a los Modlin en un ejercicio que también intenta desentrañar el inescrutable enigma que los rodea y caracteriza.

A todas luces, resolver el misterio hubiera sido más sencillo si Elmer Modlin no hubiera participado como secundario en la película de Roman Polanski La semilla del diablo (1968). Ni siquiera aparece citado en los créditos, pero no pasa inadvertido en la escena en la que aparece: en la última secuencia del largometraje, Mia Farrow se acerca cuchillo en mano a la cuna negra de su hijo, fruto de Lucifer, mientras un hombre japonés hace fotos y detrás, un hombre alto, de mirada fría y siniestra, contempla al personaje de Farrow y eleva por un instante la mirada al cielo. Se trata de Elmer Modlin.

La semilla del diablo fue la gran película de Elmer y también su último trabajo antes de volar a España junto a Margaret y el pequeño Nelson. Es precisamente en La semilla del diablo donde arranca A Story for the Modlins, un telón de apertura con el que Oksman y su equipo (Carlos Muguiro y Emilio Tomé) señalan que esa película no sólo fue piedra de toque en la carrera de Polanski, sino que al mismo tiempo ejercería de punto de inflexión para los Modlin. Como el fugaz paso de Elmer por la cinta del cineasta polaco, en A Story for the Modlins el arranque lo vemos en fast forward hasta que damos con la siniestra figura del cabeza de los Modlin. Es entonces, cuando esa presencia, fuera de sí, parece mutar en un ente maldito.

En el cortometraje de Oksman es imposible obviar esta revelación. Aún cuando en el resto del filme se opte por explicar la historia a través de las propias fotografías de los Modlin. Esa imagen atraviesa el relato y transforma la desdicha de los protagonistas en síntoma de un aura demoníaca. Mientras unas manos en pantalla van situando las fotografías familiares en el cuadro, descubriremos que los Modlin son una familia extraña que pivota alrededor de Margaret, pintora de perturbadores cuadros a quien su marido idolatra de manera enfermiza y considera "la mejor pintora del Apocalipsis de todos los tiempos". Seremos testigos, así pues, cómo esos cuadros van tornándose cada vez más asfixiantes a medida que la familia, instalada en el piso de la calle Pez, se va aislando más y más en su particular microcosmos. Habrá más revelaciones –la huida de su hijo Nelson, la participación de Elmer en algún que otro trabajo de la cinematografía patria, etc.- pero ninguna tan impactante para su propio destino que esa aparición de Elmer en la cinta de Polanski. Imagen seminal para su trágico fin: los Modlin murieron en cuestión de cinco años, los tres por un ataque al corazón. Primero Margaret, en 1998, después Nelson y finalmente Elmer, en 2003.

 

Publicado en Cultura/s de La Vanguardia del 21 de noviembre de 2012.

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