El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961) “El año pasado en Marienbad”: Los laberintos de la memoria Un texto de Paula Arantzazu Ruiz originalmente publicado en Contrapicado.net. Si Alain Robbe-Grillet ejercería de capo de la nouveau roman, otro Alain, Resnais, por mucho que se desmarcara de cualquier inclusión en la nouvelle vague, daría pie a toda una transformación cinematográfica con su ópera prima Hiroshima, mon amour (1959). Ambos talentos convergerían en 1961 en el proyecto de El año pasado en Marienbad; el primero, trabajando el guión, el segundo, plasmándolo tras la cámara.
No podía ser a priori una conjunción más estimulante de cara a la renovación del lenguaje cinematográfico. Robbe-Grillet ya había revolucionado las letras con su teoría de desprender de los protagonistas de sus relatos literarios su mundo interior. Quedaban, pues, desprovistos de características externas que los definían; los objetos ya no describían al sujeto y simplemente estaban allí. Las relaciones, entonces, entre sujeto y objeto, interior y exterior, percepción y realidad, debían escribirse de nuevo. Si no es posible la poesía después de Auschwitz, ¿cómo reemprender la ficción? ¿Qué imaginario tomar?
No era una unión casual la de Robbe-Grillet y Resnais. El cineasta ya andaba preocupado por como se tenía que filmar la nueva ficción que surgía de un mundo en ruinas , físicas y morales. Los primeros quince minutos de Hiroshima, mon amour son un compendio de esa preocupación: destrucción, mutilación humana, piedras y voluntad de memoria, pero, a la vez, narrativa disgregada: las imágenes transitan por un relato mientras que el audio parecen conducirnos por otro; la cámara lleva al espectador por vivas instantáneas de un mundo devastado tras la bomba de Hiroshima mientras, en off, una voz femenina dice que ha visto esto y lo otro, a lo que una masculina le contradice siempre con una misma respuesta: “no, no has visto nada”. De hecho, la primera imagen del largometraje sitúa un fragmento de dos cuerpos humanos cubiertos de ruina, de polvo. El abrazo de dos estatuas.
Algo ruinoso emerge, asimismo, de las imágenes de El año pasado en Marienbad. Asemejadas asimismo a estatuas de piedra caliza y abandonadas a su suerte desde lo que se intuyen años, los personajes del filme deambulan sin devenir por los pasillos del barroco balneario de Marienbad. La cámara parece buscar una salida mientras una voz en off nos introduce por ese espacio: "Una vez más recorro estos pasillos, atravieso estos salones y galerías en este edificio de siglos pasados...".
X meets A
La sinopsis de la cinta es tan simple como enigmática: en ese balneario sin ubicar, un hombre, X (Giorgio Albertazzi), intenta persuadir a una mujer casada, A (Delphine Seyrig), de que abandone a su marido, M (Sacha Pitoeff), y se fugue con él. Las razones que esgrime son claras: ella le prometió el año anterior, cuando se conocieron en ese mismo lugar, realizar tal aventura. La mujer, sin embargo, parece no recordar aquel encuentro.
A partir de esos personajes sin atributos, herederos, no cabe duda de los héroes musilianos, El año pasado en Marienbad se dedica a registrar cómo ese recuerdo de una promesa pasada puede llegar a persistir en el presente, de la misma manera que los árboles del jardín de ese balneario pueden existir sin proyectar algún ápice de sombra. ¿Deja la transmisión de ese hecho algún tipo de registro? ¿La repetición de ese momento imprime alguna huella? Décadas más tarde, Susan Sontag reflexionaría al respecto, de manera más intensa y ya abordando la sobre exposición de imágenes impactantes y sin duda merecedoras de un espacio en nuestra memoria en Sobre la fotografía y posteriormente en Ante el dolor de los demás. Aunque la tesis de la ensayista derivaría hacia ámbitos más políticos, de alguna manera, su origen converge con las direcciones que Robbe-Grillet y Resnais emprenden en El año pasado en Marienbad. ¿Cuánto de verdad emerge en el loop constante de una imagen que busca ser recuerdo?
Dobles en el jardín burgués
El trabajo de ambos Alain no busca, en todo caso, encontrar la verdad de la imagen, sino el proceso en que ese recuerdo es recordado. Del mismo modo que en Hiroshima, mon amour, el affaire de los protagonistas lleva a la catarsis de una relación pasada, aquí se emprende una estrategia de tablero de ajedrez en la que se transgrede el statu quo burgués tras el descalabro económico, social y moral que significó la Segunda Guerra Mundial. Por ello, los personajes aparecen retratados como muertos vivientes, sin un universo moral que los caracterice, desérticos, atrapados en un infierno donde sólo vagabundean repitiendo “la misma secuencia de gestos una y otra vez” [1] “No se trata, en el filme de Resnais, de distinguir a los muertos de los vivos, sino de entender los unos como los dobles de los otros” [2] aseguran Bou y Pérez, cuando recrean la conversación entre X y A al lado de la estatua del jardín, estatua de un hombre y una mujer frente a un jardín imperial, tomado por un elenco de burgueses zombis.
Lo fantástico aparece con la confusión del espacio en un tiempo inexacto, en el que presenta y pasado se intercambian sin lógica aparente, donde la acción se convierte en un mise en abîme pesadillesco y del que únicamente se podrá escapar de él, de tal ensueño, mediante la palabra. Mediante el logos. Como Orfeo con Eurídice, como Ariadna con Teseo. Punto de origen y de final de tal relato laberíntico. Él, el hombre X, emprende la palabra en un mundo de gestos banales, en un laberinto de oscuras tradiciones, para dar al verbo tal principio y fin. Él aparece como un elemento extraño, pero al mismo tiempo conocido, cuya presencia violenta el orden del balneario con su propuesta de adulterio, con ese rapto atávico que servirá para emprender la huida, quien sabe si tal vez para recabar de nuevo en Marienbad.
Notas:
1. Varios Autores. “Alain Resnais: viaje al centro de un demiurgo”; “Tots aquests anys a Marienbad”, Núria Bou y Xavier Pérez. Paidós, 1998. Pág. 98. Pág. 102. [Volver arriba]
2. Ibid. [Volver arriba] |
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