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La Copa de Europa

narcosala día 1

Identificar la maleficiencia de los actores implicados es árdua tarea. Con todo, la implantación de este centro de atención y seguimiento, el nombre de este espacio según el discurso oficial, de toxicómanos no es bienvenida en la zona de la Valle de Hebrón. Nadie quiere tener heroinómanos al ladito de su casa. Ni los que viven en el Chino, ni los de Pedralbes. Lo peor de todo, sin embargo, no es el tira y afloja de de unos y otros -ya se sabe, que si no hay diálogo, que si es lo han impuesto, que si "te vamos a rajar"-, sino cómo todo esto se convierte en un vergonzoso circo mediático. Yonquis incluidos. Y es que a las cámaras de las televisiones les encanta enseñar a los débiles como si de animales salvajes se tratara. En este sentido, no se trata de quien corta y pega en la sala de edición, sino de quien decide qué es grabable y qué no. La decadencia de un tipo, supuestamente, aunque bastante probable, toxicómano paseándo por delante está más allá de ser algo noticiable. Y, sobretodo, grabarle sin su consentimiento. Continuamos siendo monstruos muy a nuestro, o no tanto, pesar.

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