El suicidio de Lucas
Consumidor cultural. Ésta es mi pequeña y satírica definición sobre todo lo que pasó. Un poco cruel, un poco cierta. Cdses, entrevistas con el Loriga, con el Jordà, reportajes de la agitada vida nocturna de Barcelona, mis nuevas adquisiciones musicales gracias al soulseek, revistas de tendencias y un largo etcétera. Nada de todas esas cosas, sin embargo y en contra de lo que se pueda pensar, le sentaron mal. Estaba claro, era un snob de cuidado. Porque no es lo mismo la banda sonora de, ¡oh!, Lost in Translation que el Boom 6. Y es que Lucas, al final, se comía lo que le echaran. Es lo malo de las noches en las que ni pretendes y ni quieres -y no lo vas a hacer por nada del mundo- irte a dormir hasta que no caigas muerto por el pasillo de tu casa. Ese domingo volví a casa, y le descubrí evitándome. Pero, de repente sus ojos, enrojecidos, la casa, zafarrancho enrojecido. Al final de todo el drama, la idiotez. Médicos, limpieza de estómago, puntos, medicinas, un pastón, una semana de zafarrancho enrojecido. Y al cabo de siete días, ¡zas!, cayó de nuevo. Esa irresistible cinta magnética. Esta vez no fui yo quien se la descubrió en la boca. Tampoco se me ocurrió preguntar si se trataba del segundo volumen del Boom 6.
4 comentarios
sergio -
IMMOLATE TOO -
efectivamente, Sergio, el vinilo es inofensivo, aunque también los he visto autolesionarse con él...
Carlos -
sergio -